El viejo
Miguel
Najdorf, ha sido uno de los ajedrecistas más queridos
del panorama internacional. Nació en Vasovia
(Polonia) en 1910 y aunque aprendió a jugar siendo ya adolescente (14 años),
solo seis años después ya era Maestro Internacional de la mano de su mentor
el GM Saviely Tartakower a quien
siempre se refirió como “mi maestro”.
Quiso
el destino que la Olimpiada del año 1939 se jugara en Buenos Aires (Argentina)
y que durante su celebración estallará la 2ª Guerra Mundial, lo que motivó que
varios jugadores pidieran asilo político (Najdorf, Eliskases, Pilnik…) especialmente
si, como en el caso de nuestro biografiado, era judío.
Najdorf
siempre ha tenido un carácter muy extrovertido y amable lo que ha dado a
multitud de anécdotas como la siguiente que nos relata un jugador anónimo: “Tengo
una anécdota muy buena que me sucedió con el viejo Zorro, el Grande Najdorf: Una vez tenía una partida suspendida con Hebert Perez por un Abierto del
Círculo, y me acerqué a Don Miguel y le pedí una opinión de la posición en
suspenso; luego de analizarla me preguntó: ¿Quién mueve?... -El negro maestro,
le respondí. Refunfuñó y me dijo: -Esto está ganado por el blanco, -mientras me
explicaba todos los agujeros que presentaba el negro y el ataque imparable del
blanco hacía estragos en la débil defensa negra. -Creo que sí, pero yo juego
con negras Don Miguel... -Ahhh!, entonces gana el
negro. -¿No me dijo que ganaba el blanco maestro? -Ah ¿si?, ¿de que forma?, demuéstremelo.
Entonces tomé la conducción de las blancas e intenté hacer todo lo que me había
explicado en su análisis para reventar a las negras como el "Zorro"
me había enseñado. ¡Sorpresa! Encontró una jugada con la que aparentemente el negro
quedaba superior. Ese análisis me demostró que el blanco no ganaba, sino que el
negro se quedaba con material de más y a la postre con ataque. -¡Qué grande
maestro!, entonces gana el negro... le dije entusiasmado. -Depende.- me
contestó, ¿de que manera?, juega con negras... Intenté con negras hacer la
variante ganadora descubierta por Miguel, sucedió lo mismo que cuando jugaba
con blancas, encontró una jugada que echaba por tierra todas mis esperanzas en
la partida, y volvió a ganar con blancas. -Maestro, ¿quién gana, el negro o
el blanco? -Depende, respondió con una carcajada, si juego con blancas, gana el
blanco; si juego con negras, gana el negro. Los maestros que estaban
presente en ese análisis: Atila de Leon, Bernardo Wexler, Carlos Guimard, Adolfo Miño, Jaime Emma,
todos quisieron refutarlo con ambos colores. Siempre me quedó la duda si ganaba
el blanco o el negro, lo cierto es que yo perdí la suspendida. Pero estoy
seguro que si la hubiese jugado el viejo, la ganaba sin lugar a dudas, sin
desmerecer la capacidad de Hebert. La posición la
tengo guardada en mis archivos de partidas, pero nunca podré saber quien estaba
mejor. La última imagen que ví de Najdorf
fué esa noche, cuando se retiró me hizo un guiño y a
modo cariñoso de chiste me dijo: -Juego con blancas gano, juego con negras
gano.
De eso no me quedan dudas, "El Viejo Zorro era así". Esa noche y esa carcajada quedará en mi recuerdo, como lo más hermoso que he vivido en mi vida ajedrecística".
Najdorf
estaba dotado de una prodigiosa memoria y tenía una gran facultad para las
partidas simultáneas (llegó a jugar en una sesión contra 250 jugadores ganando
226, entablando 14 y perdiendo solo 10) y especialmente en la modalidad de
“simultaneas a ciegas” en la que consiguió el record mundial (en aquel momento)
al jugar contra 45 adversarios (+39, =4 -2). Una anécdota interesante relata
que Najdorf se encontraba de viaje y un pasajero se
le acercó y lo saludo. Entablaron una plática pero lamentablemente Najdorf no podía recordarlo; sin embargo, el pasajero le
relató que él participó en la mencionada exhibición simultánea (la de 250
adversarios) y luego de que Don
Miguel le preguntase el tablero en el
que tuvo participación, pudo recordar exactamente la partida y el momento en el
cuál le dio jaque mate.
Najdorf: "Frente al
tablero no existe el apellido, sólo cuenta la posición".
En el plano deportivo estuvo considerado como uno de los
mejores jugadores mundiales durante 3 décadas destacando especialmente a
principios de los 50, clasificándose
para los torneos de Candidatos de 1950, 1953. Su estilo, agresivo y vistoso,
siempre fue del agrado de los aficionados.
Una
vez retirado del ajedrez de competición era huésped habitual de todos los
torneos importantes donde se le podía ver jugando a su gran pasión: partidas
relámpago, en las que era un gran especialista, hasta que falleció en Málaga en
1997.