El joven bohemio
David García Ilundain
nació en el Prat de Llobregat en 1971 y falleció de
un tumor en 2002 con solo 31 años y ha sido uno de los jugadores más queridos y
apreciados del panorama ajedrecístico español actual.
Alto, joven, musculoso, aparentaba de
todo menos ser un jugador Gran Maestro de ajedrez, sin embargo el juego le
tenía cautivado y tuvo la suerte de poder dedicarle la mayor parte de su breve
vida y siempre estaba dispuesto a jugar, analizar o, simplemente hablar con cualquier jugador,
independientemente de su nivel.
Nunca estudió seriamente el ajedrez ya
que no le gustaba tenerlo como obligación y, según sus palabras, cogía el libro
que le apetecía y cuando le apetecía y nunca se paró a estudiar una apertura a
fondo, por ejemplo. Sin embargo, estaba enamorado del juego de los clásicos (Capablanca, Rubinstein, Alekhine…) y se lamentaba de no haber
nacido en aquella época, aunque también tenía en gran estima a jugadores como
Tal, Keres o Petrosian a los que
consideraba artistas.
David consideraba el ajedrez como un arte
y, para él, lo importante no es ganar partidas sino jugar bien al ajedrez y
cuando consiguió el titulo de Gran Maestro se disgustó porque a él le gustaba sentirse como una promesa. Comentaba
que a él le gustaba jugar al ajedrez como le salía del alma y no iba a caer en
la dejadez ni en la mecanización, prescindiendo de los ordenadores para su preparación,
afirmado que el día que cayera en ello habría muerto ajedrecísticamente.
Alexei Shirov cuenta
que durante una edición del Torneo Internacional de León, fue a una cafetería y
había un chico que derrotaba a todos sus rivales jugando blitz,
se incorporó y, tras esperar su turno, jugó con David, al que no conocía,
perdiendo la partida. Aprovechándose de su prestigio pidió la revancha, sin
volver a esperar turno, pero volvió a perder. Así fue como se conocieron y Shirov descubrió el enorme talento de David.