La leyenda
cuenta que el rey persa Nushirwan (521-578) aceptó
recibir en su salón del trono de palacio a una embajada del rey Devasarma, el “Gran Rey de las Cinco Indias”, entonces tributario
del gran imperio persa. En homenaje a su soberanía, el embajador depositó a sus
pies un tablero de ajedrez junto con las piezas de marfil y ébano. Pero el
tablero venía acompañado de una carta en la que el rey indio, de su puño y
letra, decía: «...Os ruego examinéis este juego y lo sometáis a la vista de los
más grandes sabios de vuestro reino. Dejadles deliberar con cuidado para
descubrir, si pueden, los principios de este juego maravilloso. Si conseguís
conocer su secreto, os prometo reconocerme como hasta ahora tributario de
Vuestra Majestad; de lo contrario, como estará claro que no nos igualáis en
ciencia, seréis Vos quien deberá someterse a pagarme tributo, porque la
verdadera grandeza del hombre consiste en su sabiduría y no en los territorios,
los ejércitos y los tesoros, cosas perecederas.» El rey Nushirwan
meditó sobre el contenido de la carta. Después examinó cuidadosamente el
tablero y las piezas e hizo algunas preguntas acerca de la naturaleza y el uso
de éstas. «Majestad ?le respondió el embajador indio?,
lo que deseáis saber sólo se aprende jugando el juego; lo único que puedo
deciros es que el tablero representa un campo de batalla y que las piezas son
las fuerzas empeñadas en el combate». El rey persa pidió siete días para
reflexionar, y, llegado el octavo día, se comprometió a jugar una partida y a
reconocer la inferioridad de su reino en caso de no descubrir el secreto.
Pasaba el
tiempo acordado sin ningún resultado positivo, y, cuando el enigma parecía ya
imposible de resolver, Wujurgmitr, primer consejero
del rey, se ofreció a resolverlo en el último día de plazo. Éste se encerró con
el juego en un lugar reservado del palacio; examinó el tablero y cada una de
las piezas y se adentró en las posibilidades de su funcionamiento, hasta que,
por fin, toda la verdad se le reveló. En aquel momento salió corriendo de la
habitación en la que estaba para buscar al rey y, cuando lo encontró, le dijo: «¡He logrado descubrir la naturaleza del juego!». Más tarde,
la corte se reunió para informar a todos de la buena noticia.
Pasados
unos días, llegó a palacio el embajador del rey Devasarma
y repitió ante el rey persa el mensaje de su soberano. A éste le contestó Wujurgmitr, explicándole el tablero y el ordenamiento de
las piezas y sus movimientos ante una asamblea multitudinaria muda de
admiración. Entonces el embajador indio se retiró, considerando a Wujurgmitr como un hombre cuya inteligencia era superior a
la de los simples mortales, mientras que el rey persa, agradecido, colmó a su
consejero de los más grandes favores y dignidades.