Cuando el primer Campeón Mundial, Wilhem Steinitz visitaba Londres tenía
la costumbre de visitar la cafetería “Simpson” donde jugaba
partidas amistosas contra cualquier aficionado a cambio de unos pequeños honorarios.
Sucedió una vez que empezó a jugar contra
un millonario inglés, que era tan rico como mal jugador de ajedrez, y un día sí
y otro también jugaba, y perdía, contra el afamado Campeón pagando siempre religiosamente.
Un día, un amigo de Steinitz comentaba con él la suerte que había tenido al encontrar
esa “mina de oro”, pero le advirtió que si seguía ganándole a diario, el millonario,
se cansaría de perder y dejaría de jugar dejando así Steinitz
de tener una buena fuente de ingresos, por lo que le aconsejaba que se dejara perder
alguna vez para mantener la ilusión de su rival.
Steinitz, tras
meditarlo un poco, pensó que su amigo tenía razón y al día siguiente se propuso
perder una partida. Esa fue, sin duda alguna, una de las partidas más difíciles
de la carrera ajedrecista del Campeón, ya que su rival era tan débil que hasta perder
con él era complicado. Finalmente, y tras grandes esfuerzos, Steinitz logró perder
y comenzó a colocar las piezas para jugar una nueva partida, pero su adversario
se negó rotundamente ya que según le dijo, solo quería derrotar una vez al Campeón
y con ello había cumplido su sueño y ya no necesitaba jugar más, abandonando la
cafetería y no volviendo más a ella.
Ni que decir tiene el asombro de Steinitz y la rapidez con la que su amigo tuvo que
abandonar el lugar.
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