Cuenta la leyenda
que durante el asedio a la ciudad de Jurasán, en 1382, el grande y cruel rey
Tamerlán se solazaba de las cargas de la campaña militar jugando al ajedrez.
Como era también un
gran mecenas, allá donde iba se hacía acompañar por los más grandes sabios y
artistas de su imperio, así como por jugadores de ajedrez, entre los que
destacaba sin duda un árabe llamado Alí-Shatranyi.
Un día soleado, luego de haber acomodado el tablero en una mesita al aire
libre, Alí había dispuesto unas cuantas piezas y, de pie, daba vueltas
alrededor de la mesa, agitado.
Tamerlán se acercó
a su lado con todo su cortejo: ministros, visires, gentilhombres, artistas y
dignatarios; entre ellos también estaba Mustasín, un influyente cortesano,
adulador sin freno, que siempre seguía al rey como su sombra.
Al ver a Alí sumido en sus cavilaciones, Tamerlán, intrigado, le preguntó:
"¿Qué es lo que estudias, Alí?"
"Un mate en dos jugadas,
Señor."
"Eso no parece muy complicado. Veamos..."
Y Tamerlán, en pie
frente al tablero, comenzó a analizar la posición; todos sus esfuerzos eran en
vano.
"
Ah...hum...vaya..." Gruñía; pero no había nada que hacer; la solución se
le escapaba. Alí-Shatranyi callaba; también él estaba enfrascado en las
variantes. Mustasín empezaba a preocuparse por la poco airosa situación de su
rey; entonces se acercó a Alí y le susurró al oído:
"Dime la
solución y así yo se la podré sugerir a mi rey." Pero Alí-Shatranyi
callaba, al tiempo que paseaba alrededor de la mesa con la cabeza gacha, sumido
en meditaciones.
Tamerlán se vio al
fin obligado a admitir, muy a su pesar, que no sabía resolver el problema;
condescendiente, reclamó con impaciencia:
"Venga, veamos
de una vez esa solución."
" 1.d8, trocando
el peón en alfil, Señor, y las blancas dan mate a la próxima tras 1...Rd4 2.
Af6 mate."
Tamerlán quedó
pasmado: jamás hubiera pensado en esa promoción menor. Un brillo fue a posarse
en sus ojos sagaces y taimados.
"¡Ah - gritó exultante-, pero yo no sabía que los peones iban en esa
dirección; tú no me lo dijiste, Alí!"
Toda la corte,
aliviada, asintió sonriente, y todos se volvieron hacia el jugador; pero
Alí-Shatranti, reflexivo y sereno, respondió:
"¿Quizá su
Majestad creía que los peones iban en esta otra dirección? - al punto que
giraba el tablero hacia la derecha.
" En este caso la solución es 1.d8 promocionado un caballo, y las
blancas dan mate a la siguiente jugada: 1...Rd5 2. Ac6 mate."
Tamerlán se agitó
alrededor del tablero, verificó la solución y rugió; al instante, muy irritado
y con voz seca y dura exclamó:
"Esa no era la
dirección en la que yo había pensado."
"Entonces, tal
vez vos creíais, Majestad, que los peones se movían en esta dirección" - y
giró de nuevo el tablero 90º a la derecha.
“En este caso -prosiguió Alí-, la solución es 1.g8, torre, y mate seguido
tras 1...Rd5 2.Td8 mate."
Tamerlán enmudeció
de cólera y, pálido como un muerto, escrutaba por turno el tablero y el rostro de
Alí-Shatranyi, quien inclinada la frente, continuaba analizando la posición.
Muy afectado por
todo lo que estaba aconteciendo, Mustasín intervino de súbito y girando de
nuevo el tablero a la derecha proclamó:
"¡No y mil
veces no! Nuestro maravilloso rey, luz del Oriente y miel de nuestra vida,
pensaba con certeza que los peones marchaban en esta cuarta y última dirección.
¡Tú, malvado Alí, deberías haberlo precisado a tiempo!"
Alí-Shtranyi aún se habría podido salvar acogiéndose a la tabla de
salvación que Mustasín le acababa de tender, admitiendo que no había planteado
el enunciado con toda claridad. Pero él estaba a lo suyo, comprobando la
exactitud y trabazón de las claves y, en esos momentos de intensas
cavilaciones, no tenía ojos ni cabeza para nada que no fuera su amado ajedrez.
Y hete aquí que él mismo fue a buscarse su perdición cuando vino a decir con un
murmullo:
"Pues en ese
caso la solución es 1.f8 coronando dama, y una vez más es mate a la segunda
jugada: 1...Re5 2. Dc5 mate."
Tamerlán era
reputado por su crueldad con los enemigos, pero también por saber apreciar la
inteligencia y las virtudes de los hombres; sin embargo la humillación a la que
se había visto sometido delante de su corte había sido demasiado grave, y no
podía ser tolerada: pálido, con un rechinar de dientes, clavó sus ojos en Alí.
Un silencio de muerte recorrió la asamblea: todo el mundo supo entonces que
algo grave iba ocurrir; todo el mundo ... salvo Alí, quien seguía aún con los
ojos puestos en el tablero.
El Rey Tamerlán,
rígido, se irguió, desvió su mirada de Alí y la dirigió lejos, más allá del
campamento, hacia el horizonte; por fin, tras un prolongado suspiro, con un
hilo de voz tremolante de cólera, mas también de pesar, murmuró la sentencia:
"Cortadle la cabeza."