El niño prodigio
Si ha existido un ajedrecista que se
pueda considerar un niño prodigio ese ha sido, sin duda alguna, Samuel Reshevsky. Sammy nació en Ozerkow (Polonia) el 26 de noviembre de 1911 y aprendió a jugar
con 4 años. Muy pronto destacó y con solo 8 años ya estaba dando sesiones de
partidas simultáneas contra jugadores adultos, en una gira por las principales
ciudades europeas, (Viena, Berlín, Roma., París…) causando una expectación que
ningún otro ajedrecista ha conseguido en toda la historia. Los médicos querían
analizar sus mente, los periodistas entrevistarlo y todos los ciudadanos
querían tocarlo y fotografiarlo.
Las duras condiciones que se vivían en su
Polonia, después de la primera guerra mundial, motivaron que sus padres
decidieran emigrar a Estados Unidos donde inicio una nueva gira por diversas
ciudades durante 2 años, jugando unas 1.500 partidas de las que solamente
perdió 9. Esta intensa actividad motivó que no supiera leer ni escribir ya que
nunca había estado escolarizado. En 1922, con 11 años, dejó el ajedrez durante
10 años, para ponerse al día en los estudios y es admirable la habilidad que
tuvo para llevar una vida totalmente normal y adaptado
a la sociedad.
Reshevsky volvió al ajedrez en 1931, una vez
finalizados sus estudios de contabilidad, y comenzó ha encadenar un triunfo
tras otro, hasta el punto que en el match-torneo de 1948, que decidía el
sucesor del gran Alekhine era considerado como principal favorito, aunque
finalmente el triunfo se lo llevó Botvinnik.
El estilo de Reshevsky
era, eminentemente, práctico y aunque poseía una gran fuerza táctica,
normalmente, se conformaba con ir acumulando pequeñas ventajas posicionales para rematar con una excelente técnica en los
finales. No obstante, tenía un punto débil: las aperturas. Pese a que era un
gran experto en aperturas como la Española o la defensa Nimzoindia,
su preparación de aperturas no era la adecuada para competir al más alto nivel
y ello provocaba que tuviera que pensar mucho en esta fase llegando a tener,
frecuentemente, unos graves apuros de tiempo, a veces tenía que hacer 15 o 20
movimientos en unos pocos minutos o segundos. Pero ahí aparecía su gran
espíritu de supervivencia y lograba salir exitosamente de la apurada situación.
Esta habilidad hizo que sus colegas soviéticos lo llamaran “el Rey del escape”.
Reshevsky no solo fue un niño prodigio, sino que
también un abuelo prodigio, y no era raro verlo tener grandes resultados cuando
contaba con 70, e incluso 80, años. Falleció el 4 de abril de 1992.